Cada vez que llega octubre y cada vez que ordeno las fotos
del verano juro y perjuro que nunca más pasearé mi otrora cuerpo serrano por
las playas españolas. No al menos como está ahora. Se impone pues, una vez más,
la operación bikini de septiembre con la que tendré que reducir grasas y otras
sustancias acumuladas durante los últimos cinco veranos…
Como cada mes de octubre y cada vez que llega la operación
bikini ordeno, compro y preparo todo lo necesario para ponerme en forma, desde
engrasar la cadena de la bici a comprar una pesas (de medio kilo), buscar dónde
narices está el chándal y ver si las Adidas del 91 todavía me valen o el pie ha
engordado demasiado. Esta preparación no me lleva más de tres semanas. No se
puede dejar nada al azar.
Sin embargo, reconozco que nunca he tenido suerte cuando me
he puesto manos a la obra. Unas veces por exceso de trabajo y otras por falta
de él nunca he conseguido comenzar a lijar la tripa cervecera ni reducir las
cada vez más prominentes entradas. El tiempo es veneno y contra eso ni pilexil
ni ejercicio ni vida saludable.
Este pasado mes de septiembre puse toda la carne en el
asador y cuando tenía todo ordenado y preparado, la bici engrasada, empecé a
estudiar de nuevo. Esta vez un máster en Mártketing y Dirección Comercial para
ver si de una vez sale un trabajo un poco digno en el que no ofrezcan 600 euros
brutos y saber hasta sánscrito, pero esa es otra historia….